La
azafata rusa Yulia Fominá, cuyos funerales se celebraron ayer en Moscú,
no murió degollada por un secuestrador del Túpolev-154, como se aseguró
el pasado viernes, después del asalto del avión en el aeropuerto de
Medina, sino a consecuencia de los disparos del comando saudí que redujo
a los piratas aéreos. Además de la azafata, durante la operación del
grupo antiterrorista saudí murieron a balazos el checheno Supián
Arsáyev -padre de los otros dos secuestradores- y el ciudadano turco
Gursele Kambale. En un principio se había dicho que los saudíes abrieron
fuego cuando vieron que Arsáyev degollaba a la azafata. Pero, por lo
visto, el comando saudí actuó precipitadamente y, como consecuencia,
murieron tres personas y varios pasajeros resultaron heridos.
El
primero en contradecir la versión oficial de los hechos fue Andréi
Gusélnikov, ingeniero de a bordo del avión, poco después de que
despegara desde Estambul con rumbo a Moscú, el jueves. Mientras duró la
pesadilla en el aeropuerto de Medina, Gusélnikov salió cuatro veces del
avión sin que se enteraran los secuestrados para ofrecer a los saudíes
variantes incruentas de solución de la crisis. Los saudíes no atendieron
a esas razones y le dijeron que no se inmiscuyera, que ellos sabían lo
que hacían.
Nadezhda Kashevárova, otra azafata del avión, contó
que Fominá pereció al tratar de proteger a los pasajeros. 'Cuando
comenzó el asalto, parte de los pasajeros se tiró al suelo, pero muchos,
sin comprender lo que sucedía, se lanzaron hacia la salida y Yulia los
detuvo para que no fueran acribillados'. Antes de morir, la azafata
exclamó: 'Soy ya cadáver', recuerda Koshevárova.