En El
Mercurio nos preguntábamos estos días si dos personas que piensan sobre un asunto
concreto dos cosas diametralmente opuestas, podría una convencer a la otra usando
exclusivamente el lenguaje ¿Alguien ha presenciado un debate en el Congreso de los
Diputados en el que uno de los oradores haya reconocido que los argumentos de su
contrincante político le han parecido de tal calado que decide, por tanto, cambiar el
sentido de su voto? Ese milagro todavía no se ha producido, ni en este país ni en
ninguna parte de este planeta.
¿Alguien piensa que
existe algún argumento en este mundo que pudiera convencer a un hombre como José María
Aznar, presidente del Gobierno de España, y presidente del Partido Popular, de que está
equivocado apoyando esta guerra contra Irak? Ni Cicerón ni el flautista de Hamelín lo
lograrían ¿Por qué? José Antonio MARINA analiza este fenómeno que demuestra lo
imperfecto de una función que muchos consideran clave para diferenciarnos de los simples
animales.
También explica
porqué los débiles de la especie humana venceremos a las bestias humanas que MARINA
llama 'animales listos'. (Las negritas en el texto son nuestras, y los hiperenlaces).
Mi guerra de Irak
por Jose Antonio Marina
Este artículo va a ser autobiográfico. Una página más de mi diario de investigador
privado. La semana pasada, un periodista me preguntó: «Usted, que habla de temas
éticos, ¿no siente preocupación o angustia por el efecto que sus palabras puedan
tener?». Le contesté que sí, y que eso me obligaba a dar muchas vueltas a las cosas
antes de dar mi opinión. No sé cómo la gente puede tener siempre las ideas tan claras.
Debo de ser muy torpe porque los asuntos humanos me parecen de extraordinaria complejidad.
Por esta razón he tardado mucho en escribir este artículo, que EL MUNDO me pidió desde antes del comienzo de la guerra.
Durante estos meses he leído los periódicos y revistas españoles y extranjeros, he
procurado mirar con lupa los argumentos de los defensores y de los detractores de la
guerra, he entrado en la página del Project
New American Century, reducto de los halcones de Bush, para desmenuzar sus proclamas,
he leído los libros que la actualidad ha puesto en el candelero: Woodward, Chomsky, Nye,
Hertsgaard, Revel, Kagan.
¿Para qué tanto esfuerzo? ¿Es que no
tengo ideas claras acerca de la guerra? Las tengo, por eso he participado en las
manifestaciones antibélicas. Soy extremista en contra de la guerra. No hay ni guerras
santas ni guerras justas. Puede haber guerras necesarias, que es otra cosa distinta. Sin
duda alguna, la guerra contra Hitler lo fue, pero, por más que intentemos disimularlo,
las guerras ponen entre paréntesis todo el sistema ético. Se trata de matar al enemigo,
cuanto antes mejor, deshumanizándole primero, porque hay que perder la compasión para
poder matar. Cuesta trabajo pensar que algo puede ser a la vez necesario y malo, pero así
es. Puede ser necesario en el plano natural y malo en el plano ético. Les pondré un
ejemplo que acaso les escandalice. Si la muerte de 10.000 personas dependiera de la
confesión del criminal, la tortura podría ser al mismo tiempo imprescindible y
perversa.¿De dónde viene esta paradoja?
Cuando hablo de ética, no estoy
refiriéndome a una dulce suavización de las costumbres, a una precisa contabilidad del
toma y daca, sino a un modo de vida radicalmente nuevo, precario, utópico, fácilmente
ridiculizable por los listillos que opinan que el mundo es como es y no tiene remedio. Me
explico. Hay dos lógicas: la natural y la ética. La natural es la que nos
corresponde como animales listos, que es lo que somos realmente. La ética es la que nos
corresponde como animales dignos, cosa que no somos, pero que aspiramos a ser. Por
esta razón, no hay diálogo posible entre los que están a favor y en contra de la
guerra. Se mueven en lógicas distintas, en planos diferentes. En el plano
natural, el pez grande se come al chico. La fuerza es el decisivo argumento.Es una visión
realista del mundo: hobbesiana, pesimista y feroz. En comparación con esta postura, tan
clara, tan obvia, la lógica ética parece peligrosa por su ingenuidad. Por eso cualquier
imbécil pueda criticarla con sólo describir lo que pasa. Desde la argumentación de los
halcones, resulta muy fácil desdeñar a las palomas que son -por utilizar el lenguaje de
Robert Kagan, a quien luego volveré- los débiles, los resentidos ante el poderoso.
Sin embargo, somos los débiles de toda la Historia de la Humanidad los que estamos
empeñados en cambiar radicalmente la índole de la especie humana, en sacarla de tu
naturaleza -tan obvia- de animales listos y, por lo tanto, astutos y crueles, y en
comportarnos como si fuéramos seres dignos, a pesar de nuestros frecuentes
comportamientos indignos. Esto pone a todos los comprometidos en esta gigantesca
inversión de la realidad en un plano de inferioridad respecto a los sabios de la
realidad, los sensatos de la eficacia.Intentamos precisamente hacer algo muy antinatural.
La democracia, por ejemplo, es débil, porque al respetar los derechos del asesino le da
facilidades para matar. Las tiranías son más eficaces para mantener el orden público.
Les basta con utilizar políticas preventivas y represivas.
Sin embargo, a pesar de sus debilidades, queremos vivir en un sistema democrático, que es
un sistema ético. Lo que tenemos que hacer es reconocer, ampliar y potenciar la
fuerza de la ética, la fuerza de los débiles, que es muy poderosa. A mi juicio,
invencible a largo plazo. Después de esta declaración de principios, vuelvo a
Irak. El problema, no es si la guerra es justa, que no puede serlo, sino si es necesaria.
Revisando los argumentos, veo las siguientes posturas: 1) Es necesaria
porque Sadam es una amenaza mundial. 2) Es una amenaza, pero no
inmediata, por lo que se debe intentar una solución diplomática.3)
Aunque fuera una amenaza inmediata, sólo puede atacarse a Irak con autorización del
Consejo de Seguridad. 4) Sadam no es una amenaza, pero su régimen es
tiránico, atropella los derechos humanos y hay un deber de injerencia para defender a la
población.5) No es legítimo apelar a la guerra ni siquiera para
proteger los derechos humanos de la población.
Como se ve, las posturas son variadas y cada una de ellas moviliza razones diferentes. Voy
a responder telegráficamente a las cuestiones anteriores. ¿Es Sadam una amenaza
inmediata? Parece que no.
¿Basta el acuerdo del Consejo de Seguridad para legitimar una guerra? No. El Consejo,
como todos los órganos políticos, aunque sean democráticos, puede llegar a resoluciones
injustas. Son los principios éticos, no los acuerdos políticos, los que legitiman las
acciones. ¿Sólo el Consejo de Seguridad puede legitimar una guerra? Tampoco. En las
actuales condiciones de precariedad, el Consejo puede legalizar una guerra, pero sólo
cuando la legalidad y la legitimidad coinciden se puede inferir una de otra, la
legitimidad de la legalidad. Todo el mundo sabe que una ley puede ser legal -por el modo
como se ha promulgado-, pero injusta. ¿Hay un derecho de injerencia para defender los
derechos humanos o no lo hay? Creo que sí, pero puesto que la guerra es intrínsecamente
mala hay que tener la seguridad de que los daños producidos sean menores que los bienes
logrados.
Lo que angustia a mucha gente es la dificultad de vivir a caballo de las dos lógicas: la
natural y la ética. Si nos quedamos en la naturaleza, saldremos provisionalmente del
paso, pero seremos incapaces de alcanzar la dignidad. Si vivimos según la ética,
podemos ser arrollados por la fuerza bruta. Este problema no lo vivimos sólo en las
relaciones internacionales, sino en las personales de todos los días.
Necesitamos, por ello, reavivar nuestra confianza en la ética como única solución y
apelar a su gigantesca energía, aunque una y otra vez las expectativas queden frustradas.
La ética sólo funciona cuando todo el mundo la sigue. Por eso debemos ser implacables en
su exigencia. No basta con manifestarse en contra de la guerra. Hay que mantener un
esfuerzo constante, enérgico, tenaz para la elaboración del orbe ético.
Les comenté antes el libro de Robert Kagan -El poder y la debilidad-, considerado uno de
los ideólogos de la administración Bush. Lo que me parece obsceno es la petulancia con
que desprecia a los que creemos que la ética es la única solución. La moral,
viene a decir en claro tono nietzschiano, es la argucia de los débiles.Cito:
«Como cabía esperar, la relativa debilidad de los europeos ha suscitado entre ellos un
vivo interés por edificar un mundo en el que el poderío militar y las políticas de mano
dura cuenten menos que un poder blando asentado en la pujanza económica; un orden mundial
donde las instituciones y el Derecho internacional importen más que la voluntad de un
solo país». Despreciar el Derecho de esta manera es la primera indignidad de Kagan-Bush,
desastrosamente apoyada por Aznar. La segunda indignidad es creer que esa es la postura
del pueblo americano. Estados Unidos es más grande y más noble. Tanto la Sociedad de
Naciones como la ONU nacieron en su suelo. Y los europeos tenemos que recordar no sólo su
ayuda durante las dos guerras mundiales, sino durante la Guerra Fría. Europa no creyó
nunca que la Unión Soviética fuera un peligro e incluso muchos intelectuales influyentes
pensaron que era una solución. Creo que es una desfachatez no agradecer a Estados Unidos
su protección durante esos años.
Pero su actual comportamiento me parece malo, regresivo, un obstáculo para el gran
proyecto ético. Ganará la guerra, pero el mundo seguirá siendo tan terrible como
siempre. Terminará con Sadam -y desde luego, me alegraré- pero terminar con un problema
no es solucionarlo, Un problema se soluciona cuando se termina, sí, pero dejando
a salvo los principios esenciales para la convivencia, uno de los cuales es que el fin no
justifica los medios.
Protestar, sin embargo, no es suficiente. Además de criticar a los americanos, ¿hacemos
realmente algo o se nos va la fuerza por la boca? Ante nosotros se plantea una alternativa
secular: ¿volveremos a la naturaleza, a la lucha de todos contra todos, al imperio de la
fuerza, después de comprobar la precariedad de los logros obtenidos? ¿0 continuaremos
creyendo en que la instauración de un orbe ético, tan irreal y utópico a los ojos de
los sensatos, es no sólo posible sino necesaria? Aceptar esta segunda posibilidad
exige no sólo buenos sentimientos y delicadas intenciones, sino una energía creadora, un
poder enérgico y valeroso, un ánimo blindado, con un blindaje más inquebrantable que el
de las armas.
MARINA, José Antonio: "Mi guerra de Irak", en El Mundo, 4 de abril de 2003, sección Tribuna
Libre.
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